A GUILLERMO CHÁVEZ ARROYO
En nuestra ciudad vive un hombre que desafía a la sociedad. Guillermo Chávez Arroyo (36), pintor chiclayano, sanjosefino de corazón, nos cuenta que actualmente vive de la pintura. Es muy difícil vivir del arte en cualquier lugar del mundo, pero para él no representa un impedimento lograr salir adelante. Con una técnica fusionada, surrealista, detallista y a veces abstracta, ha alcanzado con el tiempo un nivel académico y exportable, de gran calidad artística, apreciada hasta en rincones de la "perfecta" Grecia y París.
Su técnica es completamente suya, cambiante, mixta y atípica, fruto del error y las correcciones. Con el tiempo ha pulido sus trazos, va creando algo nuevo y lo hace suyo. Pero no siempre fue así: desde muy pequeño dibujaba, en una búsqueda constante, un proceso de evolución e involución, intentando lograr que una imagen sea tangible, valorada en mucho dinero o apreciada como arte.
La pintura es un arte que comienza simplemente con una mancha o con una imagen predeterminada en la cabeza, y que, con la suavidad del pincel, los conocimientos académicos, los elementos teóricos, los personajes imaginarios, las luces y las sombras que se contraponen, va llevando a una estructura casi arquitectónica, según él. Es una composición propia de pocos artistas como Guillermo Chávez. Nos habla mientras pinta unas riendas de caballos que también podrían ser el vestido de una dama, en un cuadro que ya hizo con anterioridad. Pero hay dinero de por medio, y no se considera un pintor netamente romántico: “No soy un pintor que vive del aire y de los sueños, a mí me interesa el dinero también”, dice con su forma cruda de hablar. "Puedes llegar a tu taller y pintar más tranquilo, ver que las cosas funcionan". No le gustan los remakes; le parecen malos, pero sabe que el comprador entiende que las obras no se repiten, entonces puede tomarse ciertas licencias.
Puede ser polémico y duro, pero la verdad es que sus cuadros han viajado, no él. Aquí lo que prima es su pintura, no su persona. Muchos no lo conocen, pero se deleitan con sus obras, ya vendidas en Venezuela, Tailandia, Canadá y Grecia. Con su estilo fusionado ha logrado emocionar hasta a la persona menos interesada en el arte. Nos cuenta una anécdota en la que una de sus obras llegó a manos de una persona adinerada que, después del trabajo, se sienta en su mueble a ver el cuadro por horas. No se cansa de mirarlo porque le da tranquilidad. "El pata no era tan bestia, o al menos el cuadro le dio esa paz, o despertó en él ese sentimiento", dice Guillermo.
COMIENZOS
En su niñez, Guillermo recuerda haberse sentido muy solo. No podía salir de casa por orden de su madre, que lo protegía mucho. Por eso se entretenía con películas que compraban en VHS: el cine fue su gran ventana al mundo. Le gustaban sobre todo las películas de terror y suspenso. Eso lo llevó a dibujar. Imitaba las portadas de películas, y así empezó a practicar sus trazos. Su padre no estaba presente, por lo que tuvo que asumir responsabilidades desde muy pequeño, ayudando a su mamá en su trabajo. Recién a los 17 años comenzó a salir y a conocer a otras personas, pero para entonces ya tenía una visión muy formada del mundo, marcada por la introspección y el arte como refugio.
Desde muy pequeño entendió que lo suyo no era tanto el juego sino la observación. Sentía que todo el tiempo tenía que estar haciendo algo con las manos. En lugar de salir a jugar fútbol, se encerraba a dibujar, a mirar películas y, sobre todo, a reflexionar. Guillermo recuerda que la introspección que desarrolló en la infancia le permitió tener una ventaja en términos de conciencia. Mientras los demás niños estaban en otra sintonía, él ya se hacía preguntas existenciales.
ETAPAS DE UNA VIDA
La libertad es un concepto que entiende y practica en sus ratos libres. En su taller cuida tortugas matamata que miden como 20 cm, también tiene un lagarto caimán aún pequeño y unas tortugas charapas. Confiesa que prefiere comprarlas porque la gente no sabe qué son y las mata, aunque esto es como un círculo vicioso donde al comprarlas incitas a que traigan más. Aunque cueste mucho dinero, sigue comprando tortugas y pájaros para devolverlos a sus hábitats naturales.
El ser humano destruye este planeta; tenemos esa tendencia. Los peruanos, por eso, no progresamos: siempre tenemos que estar quejándonos pero no proponemos, y esperamos que nos arreglen las cosas. Algunas veces, Guillermo Chávez siente ser ese humano.
Tiene dos cuadros más que hacer, también son remakes. Parece trabajo de oficina. La verdad es mucho más tedioso porque "en una oficina termina la chamba y te vas a tu casa, pero acá no, porque estás todo el día pensando si no te sale y te afecta todo". Se siente bien porque la oficina está en su casa y hace lo que más le gusta. No tiene una hora fija para trabajar; divide su tiempo en terminar los pedidos y cuidar a su hija de cinco meses cuando su mamá está ocupada por el trabajo. Es una familia tranquila.
Muchas personas piensan que porque toca en un grupo de rock es un mal elemento para la sociedad. "Ni cigarro, solo una vez y me atoré". Por impresionar a una chica podemos hacer muchas cosas estúpidas en nuestra juventud.
En ocasiones han fumado en su entorno, pero a él no le molesta y no consume ningún tipo de droga; la rechaza cuando se la ofrecen. Piensan que el artista necesariamente debe fumar. El tema de las drogas y el alcoholismo es muy común en adolescentes de nuestra ciudad. Guillermo Chávez asegura que es solo una etapa; cada uno debe saber controlarse. Entre los chamanes es normal tomar alucinógenos como el ayahuasca, aplicado en ceremonias. Chávez asegura haberlo probado en una sesión para curar a una amiga que estaba enferma.
CREANDO
El arte tiene que causar una reacción, puede ser apacible o violenta, y se relaciona o depende de lo que siente el pintor en un momento preciso. Algunas veces se siente placer, y en otras es una lucha constante por tratar de plasmar lo que la mente ordena. Pero casi nunca se gana, porque al final terminas haciendo lo que tu técnica simplemente te permite. En el cerebro visionamos algo distinto de lo que queda en el cuadro. En eso consiste el trabajo artístico: en tratar de equiparar o acortar la distancia entre lo que la mente visualiza y lo que quieres plasmar en el lienzo. Guillermo explica muy bien el proceso creativo por el que pasa para poder pintar, con una inspiración previa que deviene de sus experiencias y sentimientos.
EL PODER EN LAS IMÁGENES
Guillermo atribuye el poder de las imágenes a la fe individual que cada persona les otorga. Él no cree en el dios en el que muchos creen; tal vez sienta que el verdadero dios es uno mismo. En otras culturas, las personas le otorgan valor a los objetos e imágenes. Él también lo hace: junto a sus pinceles y cuadros, medita en su taller. No hay nada en medio, ninguna barrera para el diálogo intrínseco. El cuadro y las pinceladas te van dando, pero también te quitan; borras y vuelves a pintar. No hay nada sobrenatural en ello. Solo cree en la meditación, que para él es su religión.
Como en toda religión, no faltan los santos. En su caso, son los objetos de poder, como él los llama, que para otras personas podrían ser un crucifijo u otros símbolos. Estos objetos de poder fueron llegando a su vida porque la tierra se los regaló en una de sus tantas caminatas por las huacas, que le sirven de inspiración y de espacio para la meditación. Un día comenzó a dejar ofrendas en un altar donde colocó estos objetos de poder, e inesperadamente comenzaron a ocurrir cosas buenas que lo favorecieron.
Las huacas le regalan estos objetos porque, según él, la tierra es agradecida con él. Sabe que en su altar le rinde tributo a todo lo que le ha dado y también a lo que le ha quitado. Su religión se basa en el dar y el quitar. Su dios es la tierra. Las caminatas a las huacas le han otorgado ese poder que ahora transmite a través de sus cuadros y sus pinturas.
Una de las ideas que tuvo sobre la religión lo llevó a realizar un mural frente a su casa. La gente lo tildó de satánico, pero no le afectó demasiado. "No vivimos de lo que piensan los demás", dice. Solo terminó con una chica del Opus Dei. El poder de la imagen causó una impresión fuerte en las personas.
Casualmente, en el año 2005 llegó a él una hermandad llamada La Cruz de la Esperanza, que le encargó pintar un Cristo Morado a tamaño natural. Cuando curó a una señora para la hermandad, fue considerado como un milagro hecho por la imagen. El poder de la mente de las personas es tan grande que creen que esa imagen es milagrosa. Sin embargo, él afirma que en realidad se trata de una simple imagen, reproducida innumerables veces por distintos pintores.
Reconocen el trabajo de Chávez, pero él no busca ser alguien para los demás, solo para su hija. Quiere educarla bien, ser un buen padre, y dejarle como legado los pasos de su evolución y de su belleza, pintados en cada obra.